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Había avisado que llegaría tarde al cumpleaños de la Srta. ‘Roquefort’. Cuando llegué estaban todos, saludé uno por uno debido al especial cariño que les tengo y me acerqué una banqueta para compartir unas cervezas.
No recuerdo si alguna de mis amigas introdujo el tema, pero volvimos a hablar del proyecto de las 100 citas. La reacción de todos fue bastante positiva, pero en los grupos nunca falta el que te pincha el globo. Pero no de mala leche, sino de persona extremadamente metódica y racional. De esos que realmente a medida que vos esbozás una idea él ya está haciendo cálculos mentales estadísticos en donde mide probabilidades. Y si no tienen a uno así en el grupo, lo recomiendo. Búsquense uno. Porque no solo pincha el globo, sino que también es el que te ayuda a calcular la cantidad de carne para hacer un asado o cuánto alcohol comprar para que la fiesta sea un éxito.
‘Es imposible que tengas 100 citas en un año porque significaría salir con un muchacho cada tres días, y siendo 6 de enero ya estás tarde’. Y sí, tenía totalmente razón el Sr. ‘De las máximas irrefutables’, estoy tarde.
Sólo para contradecir dije que podría generar citas un mismo día en distintas franjas horarias, a sabiendas de que no sería una verdadera opción en mis fines de semana.
Volviendo al ‘Sr. De las máximas irrefutables’, siguió cuestionando la idea. Comentó que tener un blog era muy de los 90 (porque mi idea original era tener un .com), que estaba llegando 20 años tarde al Mundo digital y retomó el tema diciendo que estaba atrasada con la cantidad de citas.
A partir de eso fue un sinfín de comentarios de todos. Fue una batahola de opiniones y preguntas sobre las reglas, que hasta ese momento ni yo sabía que existían.
Si se repite salida con un mismo chico, ¿cuenta como una cita más?
¿Tenés que chapar o intimar con los que salís para que se considere cita?
¿Les vas a blanquear de tu proyecto a los candidatos?
¿Qué pasa si alguno te gusta? ¿Se corta el proyecto ahí?
Hasta que, el ‘Sr. Heladerita Coleman’ me preguntó: ¿pueden existir comodines?
¿Cómo dice?
‘Claro, ¿podemos aportar candidatos a tus salidas?’
Y acá hago un paréntesis RECONTRA necesario.
ABRO PARÉNTESIS: Esto data de hace unos años atrás. Mi amiga la Srta ‘Chicken or Pasta’ había festejado su cumpleaños. Unos días después me escribe avisándome que le había pasado mi teléfono al mejor amigo de su novio, quien había estado también en el cumpleaños y con quien no había intercambiado un diálogo más que el que se puede entablar al pedirle a alguien que te alcance los aderezos.
Creo que fue la emoción de que alguien se hubiera fijado en mí lo que hizo que cometiera el error de confiar en el criterio de mi amiga. Que se hubieran fijado en mí mientras yo no intenté llamar la atención cual pavo real. No había desplegado ni una sola arma de seducción de todo el arsenal que tengo cultivado después de tantos años de ‘prueba y error’ (casi equivalente la cantidad de pruebas que las de error, no soy una experta en seducción claramente). Algo en mi manera de pedir el kétchup, o mejor aún, en mi manera de sumergir las papas fritas en salsa golf, habían logrado llamar la atención.
Me escribió y coordinamos la salida a un restaurant que propuso él. Curiosamente pidió de ir a cenar porque sino se le hacía muy tarde y estaba cansado (¿?). No entiendo como no me di cuenta en ese mensaje lo que depararía la salida. GENTE: HAY QUE ESTAR ALERTA A LAS SEÑALES AUNQUE SE PAREZCA MÁS UN CONSEJO DE ASCHIRA QUE MÍO.
Llegué antes y me quedé esperando afuera. No de tímida, sino porque el lugar estaba vacío. Cuando digo vacío es: el mozo y yo en el caso de haberme decidido a entrar.
El muchacho finalmente llegó, tarde, pero llegó. Entramos y al elegir una de las 20 mesas disponibles nos sentamos. Lo primero que hizo fue comentarme que había venido anteriormente con compañeros del laburo y que el mozo era muy gracioso (¿?) OTRA CLARA SEÑAL en la que sólo pude responder un ‘ah, mirá’.
El mozo se acercó y nos tomó el pedido con un acento italiano de esos que puede tener el marido de mamá Lucchetti en un comercial. El candidato miraba embelesado al mozo, ordenamos obviamente pasta (¿quién le puede pedir un bife de chorizo a un mozo así?), y al retirarse con nuestro pedido, el candidato me miró sonriendo buscando mi complicidad ante ese espectáculo de mozo que habíamos presenciado.
Lo único que pude pensar fue que me esperaba una laaaaarga noche.
La charla incluyó temas varios. Enumeró todas las herramientas que tenía en su casa (ingeniero mecánico el hombre), me contó que reciclaba (no se rían, este sí es un dato fundamental para mí. Es como quien dice ‘ay, yo con un fumador no podría salir’, bueno yo con uno que no recicla tampoco), y me explicó cómo cortaba los sachets de leche para poder limpiarlos (REAL).
Me contó al colegio que había ido (allá por el año 199… hay una edad en la que el colegio al que fuiste poco nos importa).
Y finalmente me dio la palabra. ‘Y vos, ¿cómo conociste a ‘Chicken or Pasta?’
Bueno, nosotras somos amigas desde…
El amigo se pone a cantar mientras yo le estoy respondiendo.
Me callo.
‘No no, perdóname. Es que este tema lo toco en la guitarra. Contame’.
Bueno, te decía, nosotras…
Mientas trataba de responder percibo que no me estaba haciendo contacto visual pero tampoco miraba mi escote que poco tiene para sugerir (a mucha honra lo digo) si no es con ayuda de un push up.
Intento continuar: nosotras nos conocemos de….
Hasta que decido preguntarle: Discúlpame, ¿qué hay atrás que tanto mirás? Porque estás meta mirar a la pared.
‘Ah, discúlpame. Estaba mirando el enchufe porque tengo que hacer una instalación eléctrica igual en mi casa’.
Un suspiro fuertísimo hubiera sido mi respuesta, pero opté por mi mejor sonrisa y bajé la vista. La comida había llegado y mientras contemplaba el robo por esos 4 agnolotti traídos por un falso Donato De Santis, mi cita seguía hablando de cosas de las que ya no podía seguir el hilo.
5 minutos después ya había terminado mis 4 agnolottis y con naturalidad le dije ‘¿pedimos la cuenta?’ ¿Ya? ¿No querés postre? Me respondió.
Yo amo los postres, pero sólo habría pedido postre en caso de poder llevármelo a casa y comerlo sola viendo el noticiero antes de ir a dormir, a lo que le respondí ‘no, comí muy bien’.
Miré la hora y eran las 22.15, hacía tan solo 1 hora y media que estábamos juntos. Suspiré para mis adentros un poco tentada a esta altura. Comprobé que el tiempo pasa lento no sólo haciendo abdominales sino también comiendo agnolotti acompañada de una terrible cita.
Al pedir la cuenta le pregunté al mozo si efectivamente había descuento con la tarjeta SUBE (porque de tanto esperar que llegara mi cita, me había leído todos los stickers que había pegados en la puerta del lugar y vi que uno era de los beneficios SUBE). Al comprobar que sí, saqué mi tarjeta SUBE y nos aplicó un 20% de dto. LA FELICIDAD del muchacho, no les puedo explicar. Hermano, disimulá. Yo también amo los descuentos como amo los postres, pero disimulá. Pagamos miti miti y al salir ofreció alcanzarme a casa. Sólo acepté porque no encontré excusa para recusar el ofrecimiento.
Eran tan sólo 10 cuadras a casa en las que demoramos más que si hubiéramos ido caminando. Parecía que intentaba que nos agarraran todos los semáforos. De haber podido juro que le hubiese pisado el acelerador con mi pie al mejor estilo ‘Los autos locos’.
Me dejó en casa y no le di tiempo a apagar el motor, lo saludé bruscamente, me bajé y creo que no había llegado a hacer ‘clac’ la puerta del auto que yo ya me encontraba dentro de casa.
¡POR FAVOR Srta. ‘Chicken or Pasta’ no es un candidato para recomendar! Fue lo primero que le dije al día siguiente a mi amiga. Le conté todo con detalles y ella no paraba de reír y confesó que en verdad nunca lo había tratado mucho, más que como amigo de su novio.
‘Igual, ahora que me lo decís, cuando salió con la Srta. ‘Garrahan’ le mandaba audios cantándole temas’, me confesó.
¿Quéeee?
Ah, sí. Pensé que sabías que había salido con ella.
Me llama más la atención que le haya mandado audios cantándole y aun así hayas querido presentármelo. CIERRO PARÉNTESIS.
Volviendo a la charla en la que el Sr. ‘Heladerita Coleman’ me estaba proponiendo aportar candidatos a mi causa, me desafío a que fueran una especie de comodines (así los tituló él). ‘Aceptás la salida sin saber nada del otro, sin siquiera ver una foto, confiando únicamente en nuestro criterio’.
Imposible no recordar la mirada al enchufe, el mozo al que sólo le faltó bailar la tarantela y la cantidad de semáforos que nos habían agarrado en 10 cuadras.
Mientras dudaba, el Sr. ‘De las máximas irrefutables’ me miraba levantando sus cejas, haciéndome saber nuevamente que no alcanzaría a cumplir con la meta.
‘Sí, claro’, respondí entonces.
Con tal de hacerle frente a las estadísticas que me acorralaban, elegí volver a embarcarme en el maravilloso mundo del criterio ajeno.