![](https://i1.wp.com/www.singleladiesproject.com/wp-content/uploads/2020/05/Del-que-avisó-que-luciría-un-guante-negro.png?resize=356%2C497&ssl=1)
Me descargué una aplicación de citas para acelerar un poco el proceso de concretar salidas con chicos. Si bien va 100% en contra de mi concepción de cómo deberían darse las relaciones humanas, tomé el camino fácil para empezar.
Deslicé el dedo de manera aleatoria hacia uno u otro lado, simplemente viendo un par de fotos. Aún no entiendo bien qué criterio usé para dictaminar que unos sí y otros no, pero lo cierto es que así fue como logré intercambiar unos mensajes con algunos muchachos.
Acá entra en cuestión nuestro primer amigo. El día miércoles hicimos ‘match’ y ese mismo día a las 8 de la noche, volviendo del supermercado, me frené en la vereda y sosteniendo las bolsas y una lechuga que cargué cual ramo de flores, mandé el mensaje equivalente a un clavado de 20 metros de altura: ‘che, ¿salimos a tomar una cerveza?’ Ante la respuesta afirmativa, mi única condición fue que no valía cambiarse de ropa, ni ducharse. Era así tal como habíamos estado todo el día.
Aceptó, coordinamos un bar que nos quedaba bien a ambos y me aclara antes del encuentro: ‘voy a estar con un guante negro (por si no me encontrás). Accidente laboral, después te cuento…’
CHAN CHAN CHAN.
Automáticamente pensé que había sido la peor idea de todas descargarme la aplicación, acto seguido le mando el print de pantalla mi amiga la Srta. Del Oeste y un audio gritando desconcertada, a lo que su primera sugerencia fue cara de Karina Olga (que dicho sea de paso en una entrevista manifestó su enojo por llamarla de esa manera ya que su nombre es Olga Karina. #DATO). Luego me tranquilizó diciéndome que algunos dedos estaban al divino botón (en el texto original decía pedo, pero lo cambié porque no fue así como me enseñaron a hablar en casa), entre tener 20 o 19 no había gran diferencia.
Y así partí rumbo al encuentro. Llegué antes al bar aunque yo viviera más lejos. Repasé la foto del chico para intentar recordar qué era lo que me había llamado la atención:
- Tenía cara de buen pibe (creo que los anteojos redondos le daban ese aire bonachón)
- Había fotos con paisajes.
- La primera foto tenía una remera que le cubría el rostro, con lo cual intuí cierta inseguridad respecto de su aspecto físico, justamente porque mi foto es de espaldas y no soy la persona más segura del Universo. Así que creí que entre los dos íbamos a sentirnos a gusto.
Sucedió el encuentro. Efectivamente era el muchacho de guante negro.
Lo primero que sugerí como tópico fue que me contara de la mano, porque quería naturalizar cuanto antes la cantidad de falanges. Accidente laboral de carpintero. Con eso creo haberles dicho todo. Por suerte es real que si recuperás los dedos te los vuelven a enchufar. Se me ocurrió sugerirle que para futuras citas no anticipara lo del guante negro y era válida una mentira del estilo ‘¿podés creer que tengo más frío en una mano que en otra? Por eso el guante.’
La charla a mi gusto fluyó con bastante naturalidad, a tal punto que creo que ninguno de los dos aparentó nada que no fuera.
Una de las primeras preguntas que me hizo fue: ‘¿no tenés amigos para salir a tomar una cerveza?’ Y ante mi cara de no haberle entendido, me aclaró ‘claro, porque nunca concerté una salida tan rápido con alguien… ¿querías salir a tomar algo y no tenías con quién?
Sí sí sí. Lo que leen. Me preguntó eso cuando tenía menos de 5 minutos sentada en la silla. Y se me ocurrió responderle la verdad: ‘no, estás siendo objeto de un estudio para un blog que voy a empezar a escribir’. Y le conté más o menos la idea.
Creo que eso marcó un poco la salida en sí, pero también la naturalidad con la que se dio todo.
Hizo alusión a mis brazos, diciéndome ‘ahhh, altos tubos’. No sonó a piropo y tuve que justificarme aclarándole el deporte que practico. Minutos más tarde se refirió a la aspereza de mis manos, a lo que saqué una crema humectante e intenté suavizarlas sin resultado. Y como remate me vio una similitud a María Eugenia Vidal. Listo, tachame la doble. Hermoso todo.
Me preguntó si había estado con mujeres, me contó de personas que no se alimentan más que exponiéndose al Sol, me contó de sus viajes, de cuando vivió en Europa, de la relación que tuvo a sus 20 con su jefa de 29 con quien fumó porro todas las noches.
Habló de su vieja varias veces y mencionó a sus ex. Interesante.
Y entre charla y charla descubrimos que él había ido al casamiento de la hermana de su mejor amigo y yo había ido al casamiento de una gran amiga mía de la facultad, que resultó ser la hermana de su mejor amigo. Sí sí, ambos habíamos estado en el mismo casamiento hacía algo más de un mes. Y lo único que se me ocurrió pensar fue: ¿cómo puede ser que necesitemos de una aplicación para ir a tomar una cerveza cuando ambos habíamos compartido un evento digno de romper el hielo y de encarar?