Al poco tiempo vendí todo

Todo comenzó algún tiempo atrás, pero no, no fue en la isla del Sol. ¿Se seguirá bailando esta canción en las fiestas de 15? En mi juventud era un clásico que, dicho sea de paso, detestaba. Mis compañeras de la escuela se ponían a coreografiar el Sol, la isla y el cruce de caminos. Yo por lo general sostenía una petaquita de whisky que había llevado escondida en uno de los bolsillos del traje, mientras miraba el show desde un rincón, junto a otros 2 pajeros que resultaron ser de mis mejores amigos.

Y así como la Isla del Sol era un infaltable en los bailes, hay situaciones que tendrían que televisarse bajo el nombre ‘Las 50 cosas infaltables antes de morir’, y una de ellas sería, por supuesto, tener un romance de esos que son para quilombo.

Todo comenzó cuando mi viejo me fue a visitar al hospital. Entró con aires de médico, aunque lejos estuviera su profesión de sostener un estetoscopio. Me miró autoritariamente y me dijo: -te compré unos palos de golf. Tuve que coimear en la Aduana para que me los dejaran entrar-.

El deporte no me llamaba para nada la atención, pero mi viejo insistió en que probara, tal vez en su afán de alejarme de los deportes que incluían un deslinde de responsabilidad. Tantos golpes, huesos rotos, cicatrices que mi viejo vio en el golf la posibilidad de que no le diera ningún disgusto más, principalmente porque cada operación de codo, clavícula y rodilla que tuve complicó su agenda laboral.

Los palos de golf los vendí al poco tiempo. No sé si habría llegado a ser bueno o no, aunque la profesora me felicitó desde la primera clase por mi address casi innato. Pensándolo bien, tampoco estoy seguro de que esa felicitación haya sido sincera. Fui un alumno algo irreverente en el sentido de los códigos de vestimenta, corte de pelo y en algo más también. Mientras les cuento me convenzo de que mi irreverencia no me habría permitido ser un profesional del golf ¿acaso alguna vez se lo ha visto a Tiger Woods mirar lascivamente a su caddie? Bueno, yo de haber tenido caddie lo habría hecho.  

Empecé a jugar a mis 30 años, y no miento si digo que al mes y medio vendí todo. Vendí todo con vergüenza, no quería que nadie se enterara y le huía a la pregunta ¿por qué tan rápido te das por vencido? Jamás me daría por vencido tan rápido, y quien escribe esto da fe. No sé si me caracterizo por conseguir lo que quiero, pero de seguro lo intento varias veces. No fue el caso del golf. Por mí, esa misma tarde habría puesto todos los palos de golf junto al tacho de basura, ni siquiera habría intentado venderlos. Rechazo me generaban. Rechazo, vergüenza y a la vez miedo de que me dieran tremenda paliza.

Lo paradójico es que le tomé la mano rapidísimo al golpe. Me salía natural la correcta postura de hombros y la empuñadura de los palos. Y como noté que tenía cierta facilidad comencé a tomar clases 3 veces por semana. La profesora me marcaba mejoras en mis golpes. Era una mina unos 15 años mayor que yo.  Mantenía un bronceado parejo, siempre tenía la manicura hecha y nunca le faltaban sus pulseritas de plata que hacían ruido entre sí cuando me corregía algo.

Con el correr de las clases, la profe y yo fuimos tomando mayor confianza. Se reía de absolutamente todo lo que le comentaba, aún cuando siquiera tenía la intención de ser gracioso. Luego progresó a un sutil contacto, en el que para referirse a mí me tomaba del antebrazo. La primera vez me quedé mirando su mano y al levantar la mirada la incomodé tanto que la retiró de manera abrupta, como quien se arrepiente de haberse tomado dicha atribución.

A la clase siguiente de ese incidente, lo volvió a hacer, sólo que esta vez al retirar su mano resultó ser una breve caricia con sus uñas. No pude seguir con el hilo de la conversación, me sonreí puerilmente y le sostuve la mirada. Ella en cambio comenzó a caminar en un acto de total normalidad de la situación que se acababa de dar, tuve que apresurar mi paso para alcanzarla.

Mis ganas de tomar clases aumentaban a medida que el contacto era cada vez más explícito. No hizo falta mucho para que yo la tomara de la cintura para cederle el paso. Después comencé a hacerlo también al despedirme. Una de las últimas veces estoy seguro de haberle dejado la marca de mis dedos en su cadera, y curiosamente jamás nos decíamos nada. Era únicamente ese contacto físico que acumulaba clase a clase un tremendo deseo reprimido.

Hasta que un mediodía me llegó un mensaje suyo en el que me desafiaba a mostrar mis habilidades en el green, a lo que sólo pude responderle ‘si me seguís buscando así te voy a recontra garchar’.

No hizo falta más nada, vino a casa a los 20 minutos. Apenas me dio tiempo para afeitarme a cero el pecho y esconder el desorden en un cajón. Bajé a abrirle y al subirnos al ascensor nos matamos. Marcamos absolutamente todos los pisos cuando la empujé con mi cuerpo sobre la botonera. El ascensor paró en cada piso y eso nos dio tiempo para meternos mano. Llegué a desabrochar un par de botones y no hizo falta mucho más porque estaba con vestido. Fue un garche casi adolescente porque me llevó 2 minutos llegar, pero a la vez fue violento porque la seguimos en mi casa.

Admiré su comodidad con su propia desnudez cuando, al ir a la cocina, no se vistió. Caminó completamente desnuda y regresó sosteniendo un vaso de agua. Yo no podía pensar en otra cosa más que en cómo se lo contaría a mis amigos.

Volvimos a hacerlo una vez más y mientras la acariciaba para correrle el cabello de su frente, creí que podría llegar a enamorarme de una mujer así.

Tuvo la delicadeza de besarme en la boca una vez que se había vestido y yo volví a pensar que enamorarme de ella no sería difícil.

Me insistió en que yo también me vistiera y me invitó a almorzar. Salimos de mi departamento de la mano y yo ya no entendía si acaso ya estaba un poco enamorado.

Al llegar al restaurante estacionó, me volvió a besar mientras deslizaba su mano por mi muslo. Al bajar entró al restaurante primera, saludó a lo lejos a una mesa y me dijo ‘vení, por acá’. Al acercarnos a la mesa me dijo: ‘te presento: mi hijo y mi marido. Él es mi alumno del que les conté’.  

Recommended Articles

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *