Hormigas en casa

Los últimos turnos siempre los quiero despachar rápido. Ruego porque sean estupideces que me permitan hacerle firmar al paciente todos los casilleros y poder decirle ‘nada de qué preocuparte, nos vemos en 6 meses’. Acababa de controlar una cirugía que había salido hermosa. Esos puntos parecían de una modista de alta costura, y esos dientes implantados habían quedado mejor aún que los que la naturaleza le había dado. El paciente había perdido el comedor entero jugando al rugby y me tomé el atrevimiento de preguntarle si estaba contento ahora que tenía todos sus dientes. No les voy a mentir, ni escuché lo que me respondió, pero estaría en condiciones de asegurar que dijo que sí.

Golpeaba el sobre de la radiografía indicándole los cuidados que debería tener en los próximos días, y mientras le abría la puerta del consultorio vi a mi última paciente del día. Era una muchacha despatarrada en la sala de espera con un casco de bicicleta. Lucía un enterito de jean corto, de esos que pensé hacía años se habían dejado de usar. Estaba distraída mirando su celular y cuando levantó la mirada y me vio, automáticamente se sentó ‘como una señorita’ dirían aquellos que todavía intentan defender al patriarcado.

La señorita pasó de despatarrada a erguida en menos de un segundo. Creo que hasta hizo dudar a la escoliosis de su propia existencia. La saludé y pese a estar tapado de pies a cabeza con todo el protocolo, le sonreí por debajo de mi barbijo y al ver sus ojos fruncirse sé que ella me devolvió la sonrisa.

Desde adolescente supe que tenía sex appeal. Tengo ascendencia árabe y mis rasgos pasan por exóticos en un país tan de tanos y gallegos. Muchas veces me aproveché de mis cejas tupidas y una sonrisa perfectamente ordenada. Era mi fatality en las matiné, y tal vez por eso nunca tuve la necesidad de ser un buen bailarín. Con una simple reverencia y una mirada segura siempre conseguí lo que quise.

Cuando mi última paciente del día me miró, se me escapó la fatality. Digo ‘se me escapó’ porque particularmente ella no había llamado mi atención. No quise hacerlo, pero también me divierte saber que, sin importar el paso del tiempo, sigo jugando en primera.

Le mantuve la mirada al punto de importunarla. Se incomodó tanto que ya sus brillos faciales se confundían entre la pedaleada de la bicicleta y un leve acaloramiento de excitación.

Revisé su radiografía y no hizo falta mediar palabra para entender que no tenía nada. Le hice preguntas de rutina para justificar un poco más el que se haya venido a la consulta. Cuando mi diagnóstico fue que no era nada, ella se acomodó y golpeando sus muslos con ambas manos dijo: ‘genial, me despreocupo entonces’.

Por algún motivo no quise que el turno terminara tan rápido, fue por eso que me anticipé antes de que se incorporara del todo y la frené advirtiéndole que esto era como ‘tener hormigas en casa. No te podés despreocupar del todo porque un día se te desmorona la casa’.

Se produjo un silencio que ella cortó con una risotada.

‘Es un ejemplo que no aplica en mi caso. Hace meses convivo con hormigas en la cocina. Simplemente las bauticé con distintos nombres, aunque sean tantas que resulte imposible nombrarlas a todas’.

Kaboooom. Su respuesta no fue inocente, ni despreocupada. La señorita había elegido contradecir al Doctor, y eso no es poca cosa. Le seguí el juego preguntándole dónde vivía, le pregunté sobre fumigaciones en su edificio y hasta le recomendé el Raid mata-hormigas (resultó algo ingrata al no sorprenderse con el tip que le pasé).

Ella nunca vio más que mis ojos y creo que fue suficiente para despertarle una curiosidad que la acompañaría durante varios días.

Nunca me enteraría que al regresar pedaleando le enviaría un mensaje a su vieja diciéndole: No tengo nada. Una verdadera pena porque el cirujano estaba como para que me hiciera un implante.

La acompañé hasta la puerta y aunque parezca verso, nuestras manos se encontraron en el picaporte. Ninguno atinó a sacarla y ridículamente abrimos juntos la puerta.

La despedí sabiendo que después de hoy no sólo deberá luchar con las hormigas, sino también combatir a los ratones.

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