Del que se tomó su tiempo

Napoleón decía: vísteme despacio que estoy apurado.

Hará cosa de 5 años, mi amiga la Srta. ‘Fuente de Chocolate’ festejó su cumpleaños en un barsucho de la calle Niceto Vega, donde se dictarían clases de bachata. Creo que ese cumpleaños fue el inicio de una tradición. A partir de ese entonces, todos los 17 de noviembre comenzaron a ser una fecha de festejo con niveles de euforia similares a los de un niño bajo muchísimo suministro de azúcar. La Srta. ‘Fuente de Chocolate’ fue una de mis primeras amigas que luego se convirtió en mejor amiga durante toda la primaria.

Ese 17 de noviembre había caído martes y el bar estaba lleno. Es como cuando te preguntás de qué labura el deportista de la media mañana, bueno yo me pregunté lo mismo de todos aquellos que estaban tomando clases de bachata en un antro un martes a la noche, paradójicamente estando ahí yo también.

Al principio lo califiqué de ‘barsucho’ al lugar y lo reitero. Era uno de esos bares oscuros, en los que apostás que si prendieras la luz toda la mística se perdería en cuestión de segundos, en donde los sillones de cuerina están pegoteados de capas y capas de alcohol derramado, las puertas de los baños no tienen picaporte y las cerraduras están tapadas con papel higiénico para dar algo de intimidad al momento de orinar. Nos frenamos frente al barsucho, dudamos si acaso no estaríamos demasiado empilchadas para la ocasión y al escuchar un Romeo Santos (el rey de la bachata para quien no está familiarizado con el género) que borboteaba de la puerta, tomamos coraje y nos adentramos al submundo del baile pegado, del roce permitido y de abrazos que rodean la cintura con total impunidad. Ouch, ¡sexy!

Allí estaba la Srta. ‘Fuente de Chocolate’ con sus compañeros del trabajo, siempre dando la nota de color. Entre borracha y extrovertida nos presentó rápidamente al grupo. Yo me encontraba recientemente soltera, a lo que busqué con detenimiento quién sería mi pareja de baile para los pasos que estábamos por aprender. Y… BINGO, ahí estaba él.

Pero esto no es una película de Hollywood, así que como era de suponer yo acabé bailando con mis amigas, intentando imitar el paso básico, marcando con la cadera el ‘1-2-3 bachata’ e intentando a la vez entender qué hacer con los brazos mientras mis caderas requerían todo el protagonismo, a lo que los machos se quedaron a un lado tomado cerveza y probablemente repitiendo temas de conversación.

Mi teoría dice que es imposible no terminar bailando cuarteto mientras te creés que la estás rompiendo en bachata, salsa o merengue. Yo estaba dando lo mejor de mí, creyendo haber nacido para este ritmo, cuando varios compañeros del trabajo de la Srta. ‘Fuente de Chocolate’ se sumaron a la ronda. No de casualidad quedamos emparejados, y yo terminé cuarteteando con el mismísimo al que le había echado el ojo.

De esa noche, además de recordar que fuimos a cenar un shawarma con mis amigas, también recuerdo algo que hablé con el ‘Romeo Santos’: me comentó que tenía el mismo nombre que su ex. Jaaa. Destinado al fracaso este primer encuentro, sin dudas.

Nos agregamos al Instagram pese a la inoportuna conversación y a un baile que dejó mucho que desear. ¿Vieron? Al final todo puede ser un fiasco, pero nadie le niega un ‘follow’ a nadie.  Es importante que les explique el uso que le dimos a la red social: meramente un escueto chusmerío de la vida ajena y de comentarnos historias que merecían inexorablemente una carita llorando de la risa. NADA MÁS.

Antes de adelantar el tape al presente, voy a detenerme en el mes de Marzo del año pasado. Yo estaba buscando cambiar de laburo y mi amiga la Srta. ‘Fuente de Chocolate’ me consiguió una entrevista en la empresa donde había trabajado hacía algún tiempo. En el mail donde me citaban, firmaba una chica de RRHH (podemos dedicarles un capítulo aparte a estos individuos, pero tal vez cuando abra la sección @cienentrevistas, por lo pronto me mantengo en las citas), y me aclaraba el horario de encuentro. Fui. Me hicieron pasar a una salita y al cabo de unos 10 minutos se apersonaron dos muchachos de buen porte, me saludaron y se ubicaron del otro lado de la mesa. Recuerdo que ante mi desconcierto dije algo como ‘emmm, me iba a entrevistar una chica’, rieron y dijeron ‘sisi, después’. Uno de ellos resultó ser el danzarín de bachata de hacía 4 años atrás.

El monólogo duró 1 hora. Me contaron absolutamente toda la historia de la empresa, cómo funcionaba, cómo laburaban. Todo eso terminó en un silencio rotundo, cuando el Romeo Santos me preguntó ‘y a vos, ¿hay algo que te apasione?’.

‘No, sinceramente no’.

Chicharra de respuesta incorrecta.

Yo sabía que la respuesta que quería oír era que sí, y obviamente hubiera podido inclusive dar ejemplos de cosas que me apasionaban, pero eso hubiera sido subestimar mi capacidad intelectual (y la suya también) y elegí responder lo “incorrecto”. Creo que con esa respuesta quedé automáticamente fuera de carrera y me pareció tan injusto que hasta pensé que yo no quería trabajar en un lugar donde hubiera respuestas correctas e incorrectas. ¡TOMÁ MATE!

Y así fue la última vez que lo vi, hasta noviembre, claro.

Mi amiga la Srta. ‘Fuente de Chocolate’ cumplía años y en esta oportunidad el festejo fue en una quinta recreando una versión de ‘SuperMatch’, donde todos los invitados estaríamos divididos por equipos de colores y competiríamos por un trofeo.

Lo vi llegar y recuerdo haberme sorprendido de lo atlético que parecía. Hay algo en la contextura esbelta que me da sensación de destreza y agilidad, no sé si les pasa lo mismo. Puedo llegar a preparar pochoclos para mirar los Juegos Olímpicos, así que esto era como una versión ao vivo bastante aceptable.

Me gustó, no voy a negarlo. Pero soy tan naba que no me animé a saludarlo. (#DATO: siempre digo que si te saludo es porque no me gustás en absoluto, caso contrario soy tan idiota que me pongo nerviosa y te evito. Re lógico todo).

Cuando ya había trascurrido casi todo el cumpleaños, estábamos al borde de la pileta y le comenté a mis amigas la situación y recibí el consejo de mi amiga la Srta. ‘Madama’: andá, saludalo y lo hacés quedar para el OGT a él que seguro te reconoció y es otro nabo que no se anima. Faaa, súper revelador el consejo de la Srta. ‘Madama’, y no sucede con frecuencia así que lo tomé totalmente en cuenta.

Me levanté decidida, caminaba en dirección a él cuando de pronto un compañero de la secundaria con el que JAMÁS hablo me interceptó y me sacó charla, me distraje unos segundos y a mis espaldas escucho: ‘¿Ciencitas? ¿Cómo andás?’. Me ganó de mano ¿pueden creer? Se llevó el triunfo de haber sido menos nabo que yo. Intercambiamos un par de palabras mientras mi compañero de la secundaria se quedó paradito ahí, qué amoroso ¿no? ¿Por qué no te tomás el buque, campeón? ¿No ves que estoy en medio de algo? Pero no, permaneció ahí hasta que terminé de desperdiciar totalmente mi oportunidad con el ‘Romeo Santos’. Un beso para JB (el compañero de la secundaria).

Y nuevamente adelantamos el tape al presente cuando en el feriado de Carnaval, Romeo Santos sube una historia comentando que estaba en la misma ciudad costera que yo, donde pasaría el feriado.

¿Qué hice?

Fácil: le hice saber que yo me encontraba en la misma ciudad con una historia de Instagram.

Obvio que era más fácil hablarle y contárselo, pero lo importante es que funcionó.

A partir de ahí comenzamos a hablar todos los días, siempre intentando coordinar algo para vernos pero que nunca sucedió.

Volvimos a Buenos Aires, y mientras le comentaba a mi amiga la Srta. ‘Chipá’ la no historia con este muchacho y que iba a tener que subir contenido en mis redes para que volviera a picar, fue ahí cuando: TIRIIING, chat de Instagram donde me preguntaba cómo había vuelto (el poder de la mente ¿no? El famoso ‘mirame, mirame, mirame’ versión 2020). Charlamos y finalmente se decidió a invitarme: tomemos algo y me contás. OVACIÓN DE PIE GENTE, ¡por favor! Después de 5 años estamos coordinando una cita.

Un día jueves me pasó a buscar por casa. Antes habíamos chateado sobre preferencias alimenticias. Él propuso sushi, yo lo cargué de ‘sofisticado’ y finalmente me retrucó con un ‘chori en la costanera’. A lo que respondí: ‘RE’.

¿Cómo me subí a su auto? Con la misma naturalidad que me caracterizó en mis citas anteriores. Hellooo ¿qué tal? Y empezamos a charlar.

El muchacho tiene una muy buena voz también, bah… no sé si es la voz o tiene buena dicción, y es algo que valoro profundamente. Me gusta que no se coman ninguna consonante para que después la terminen eructando sobre otra palabra. Amo el sonido de consonantes yuxtapuestas (como estas hermosas X y T). Nada, no viene ni al caso esto que les conté, pero quién les dice que no termine saliendo con algún lector (jaaa ya tiré el anzuelo).

Le advierto que sí o sí tenía que pasar por un cajero para retirar efectivo, a lo que se mostró sorprendido y me aseveró ‘hoy en día la gente no se maneja más con efectivo’ ‘Pero no sé si en los carritos tienen posnet’, le respondí. CARCAJADA. ‘¿Vos realmente pensabas que íbamos a ir a comer un chori a un carrito?’ ‘Sí, claro. ¿Por qué no? CARCAJADA ‘Ay, me das ternura’, me dijo.

Yo estaba perpleja. No entendía si en ese preciso momento iba a hacer chillar los neumáticos con un giro 180° y me llevaría a comer a algún restaurante del último piso de algún edificio (así, muy new yorker), porque ya tenía todo pensado… oooo…. Sucedió lo que más temía. No había plan B. Rápidamente me ofreció ir a alguna hamburguesería y mis expectativas cayeron por el piso. La noche pedía a gritos un chori con vista al Río de la Plata. Si bien todos los porteños somos conscientes de que no hay vista porque no vemos un ‘joraca’ del otro lado, sabemos que está Uruguay ahí en frente y eso lo hace maravilloso.

Dada mi respuesta cero entusiasta con la posibilidad de ir a una hamburguesería, de manera chistosa barajó la posibilidad de ‘AutoMac’ y acepté rotundamente. Amo esas hamburguesitas del tamaño de una lenteja con kétchup y cebolla (sueno irónica, pero es real). Hicimos el pedido, y al salir del Mc Donald’s pronunció la pregunta que alteró los acontecimientos de esa noche ‘¿vamos a tu casa o a la mía a comer?’. WOOOOOOOOOOOOW. Lo más cerca de ver el Río de la Plata esa noche sería abriendo el grifo de la cocina.

Y toda esa naturalidad, de la que hago alarde al subirme a autos de extraños, desapareció como cuando los vidrios están empañados y prendés el aire al mango. (Igual, ¿A quién no le ha pasado de prender el aire y que se empañaran aún más? Jaaa). Fue una incomodidad tal que se notó, no pude disimularla. Creeeeeo haber usado las palabras ‘soy más chapada a la antigua’ o algo así como ‘voy más lento’, y digo ‘creo’ pero estoy casi segura que fue lo que pronuncié. Cualquieeeera jajaja

‘Romeo Santos’ quedó absorto con mi respuesta de la misma manera que yo lo hice al enterarme que no iríamos a ningún carrito de costanera. Terminó estacionando a 2 cuadras del Mc Donald’s y cenamos sentados en el auto con vista a la avenida Cabildo, encuentro destinado al fracaso: TOMA CUATRO, ACCIÓN.

¿Y les cuento algo? Es el único chico objeto de experimento que sigue @ciencitas, pero acusó no leer el blog, veremos si es cierto. De lo que estoy segura es que se tomará su tiempo para hacerlo.

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