48 horas

¿Cuánto tiempo vas a tardar en volver a escribirle a tu ex?

No imagino a mi abuelo, luego de que lo plantó la novia días antes de casarse, mirando el buzón de correspondencia de su casa en La Boca, esperando por una carta y menos aún yendo al correo a enviarle algo. No lo imagino tratando de averiguar si ella estaba haciendo amistades nuevas, ni intentando ocultar su tristeza detrás de su mejor cara mientras seguía con su día a día.

Creo que las emociones se vivían desde otro aspecto porque no conocían esa omnipresencia que nos dio haber nacido en la era de la internet.  

Nunca me había planteado esto hasta que un día me vi imposibilitada de seguir frecuentando a mi novio (no caí en cana eh, el sinvergüenza me dejó básicamente). Y a partir de ese momento los días se contaban en horas, y las horas en minutos y los minutos en segundos. No encontraba la manera de conciliar el sueño. A la noche, vaya uno a saber por qué, la mente elige tomar por el camino más sinuoso. Y ahí me encontraba yo, acostada boca arriba con los ojos abiertos, mirando el techo en la oscuridad y mis manos en medio de mi pecho intentando apaciguar ese dolor característico de un corazón partido.

Publiqué fotos aleatoriamente con la sonrisa más falsamente dibujada en mi rostro. Nadie sabía que al regresar a casa no llegaba a cerrar la puerta cuando empezaba a llorar desconsoladamente, ni que lloré cuando se me cayó un paquete de harina y explotó en el piso levantando tremenda polvareda. Lloré viendo películas que no eran para llorar, lloré en el laburo cuando me preguntaron ‘¿todo bien?’ y lloré al ver un tango bailado en Showmatch (no tengo forma de justificar este último llanto así que lo agregué a la lista del corazón roto. Si pasaba, pasaba, pero intuí miradas juzgadoras de mis lectores. Qué sé yo, el tango me emociona).

Me acuerdo que googleé ‘cuánto tarda en sanar un corazón roto’. Y antes de que algún corazón roto que ande leyendo estas palabras googlee lo mismo, le anticipo que el tiempo no cura las heridas. No Señor. Fue el aliciente que más veces recibí de parte de mi familia y amigos. El tiempo. De repente el tiempo tenía la facultad de sanar mi dolor. ¿Pero cuánto tiempo exactamente? Mi psicóloga habló de años y amigos me hablaron de meses.

48 horas era el tiempo que me llevaba hasta volver a escribirle. Y esa conducta la mantuve repetidamente. Estar a un WhatsApp de distancia y tener tan poco Amor propio me dificultó el temita de dejar de escribirle.

Si están leyendo esto en sus casas: NO LO HAGAN. Yo sostengo que todo camino es válido para aliviar el dolor, pero creo que mantener el contacto dilata un poco el proceso.

Hasta que un día esas 48 horas se transformaron en semanas y luego en meses. El error está en darle al tiempo la responsabilidad de sanar, cuando los únicos que tenemos esas herramientas somos nosotros mismos. No fue el tiempo quien curó mis heridas, fue lo que yo elegí hacer con él.

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